Acetaminofén y autismo: entre la advertencia del gobierno y la cautela médica
El autismo es más visible porque lo estamos identificando mejor; actuar temprano cambia trayectorias; y apoyos basados en evidencia—no narrativas alarmistas—son la clave para familias, escuelas y comunidades.

En septiembre de 2025, el presidente Donald Trump sorprendió al mundo sanitario al poner bajo sospecha a uno de los medicamentos más usados en el planeta: el acetaminofén, conocido también como paracetamol o por su marca más popular, Tylenol. La advertencia, respaldada por el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr. y avalada por la FDA como un proceso regulatorio en curso, señaló que su uso durante el embarazo podría estar asociado con un mayor riesgo de autismo y TDAH en los hijos.
La declaración, cargada de un tono de alarma, fue clara: “No tomen Tylenol en el embarazo, a menos que sea absolutamente necesario”, dijo Trump. Bajo ese principio de precaución, la FDA anunció que iniciará cambios en el etiquetado y enviará alertas a médicos para reconsiderar la prescripción del acetaminofén en mujeres embarazadas con cuadros de dolor o fiebre leves.
Sin embargo, del otro lado del debate, la industria farmacéutica y gran parte de la comunidad médica reaccionaron con un mensaje muy diferente: aún no existe evidencia sólida de causalidad. Kenvue, la empresa responsable de Tylenol, afirmó que discrepa “fuertemente” con las conclusiones de la Casa Blanca. Su postura, respaldada por especialistas, es que los estudios que han sugerido esta relación muestran correlaciones débiles, muchas veces afectadas por factores de confusión como enfermedades previas de la madre, infecciones o el uso combinado de otros fármacos.
Las asociaciones de obstetras y pediatras advierten que un mensaje tan severo puede tener consecuencias indeseadas. La fiebre alta en el embarazo, por ejemplo, es un factor de riesgo reconocido para malformaciones y complicaciones. Si las mujeres embarazadas evitan el acetaminofén por miedo, podrían dejar de tratar un síntoma que, de hecho, sí está comprobado que es dañino. En otras palabras, el riesgo de no tratar la fiebre puede ser mayor que el de tomar la medicina.
Mientras tanto, la industria mira con preocupación las implicaciones económicas. Tras el anuncio, las acciones de Kenvue cayeron cerca de un 7 % y ya se habla de una nueva ola de demandas en tribunales. El mercado farmacéutico se enfrenta a un escenario de incertidumbre, donde la confianza del consumidor se tambalea frente a mensajes contradictorios.
En paralelo, organismos internacionales como la Agencia Europea de Medicamentos y la Organización Mundial de la Salud se desmarcaron de las declaraciones de Trump. Para ellos, la evidencia actual es inconsistente y no justifica modificar las guías: el paracetamol sigue siendo considerado el analgésico más seguro durante el embarazo cuando se utiliza en dosis correctas y bajo supervisión médica.
El choque de visiones deja en claro algo: estamos ante una discusión científica y política en construcción. El gobierno de Trump apuesta por el principio de precaución y la advertencia inmediata; la comunidad médica y la industria defienden la prudencia basada en la falta de pruebas concluyentes.
La conclusión, por ahora, es doble. Primero, que el acetaminofén debe usarse con responsabilidad: ni automedicarse sin control, ni descartarlo por completo en situaciones donde el beneficio supera el riesgo. Y segundo, que este episodio refleja la necesidad de comunicación clara y equilibrada entre autoridades, médicos y pacientes. De lo contrario, el costo no será solo económico o político: lo pagarán las familias que, en medio de la incertidumbre, necesitan respuestas más que titulares.