El artículo de “El informador” que llama a la reflexión de cuando la memoria migra: Chile y Venezuela ante el espejo de la historia
Construir puentes resulta más efectivo que levantar muros. La memoria activa, ejercida desde la educación y el diálogo, ofrece una herramienta poderosa contra la xenofobia y abre el camino hacia una convivencia más justa y consciente.
Redacción Panas en Utah.- Un artículo de “El informador” llama a la reflexión de cuando la memoria migra, ante lo que viven acutalmente nuestros hermanos venezolanos en medio de la crisis migratoria que azota al región.
Durante buena parte del siglo XX, Venezuela abrió sus puertas a miles de chilenos que escapaban de la persecución política y la censura. Caracas, Maracaibo y Valencia recibieron a familias completas que buscaban estabilidad, trabajo y libertad. Ese gesto marcó una época y dejó huellas profundas en la vida cultural, académica y económica del país caribeño. Hoy, el flujo migratorio cambió de dirección y plantea un desafío social que exige reflexión.
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Más de ocho millones de venezolanos viven fuera de su país. De ese total, más de 700 mil residen en Chile. La magnitud del fenómeno no solo transforma barrios, escuelas y espacios laborales, también despierta temores y prejuicios. Diversos estudios revelan que un amplio porcentaje de la población chilena asocia la migración venezolana con la delincuencia, una percepción que choca con la realidad cotidiana de miles de profesionales y trabajadores que aportan al desarrollo nacional.
La historia reciente recuerda un dato que muchos olvidan: entre 1973 y 1990, Venezuela acogió a cerca de la mitad de los exiliados chilenos en el mundo. Aquella generación encontró empleo, educación y protección en un país que apostó por la solidaridad regional. Esa experiencia construyó vínculos humanos que trascendieron ideologías y fronteras.
En el Chile actual, la comunidad venezolana sostiene hospitales, escuelas, empresas tecnológicas y comercios de barrio. Médicos atienden guardias complejas, ingenieros participan en proyectos de infraestructura y docentes refuerzan aulas que necesitan manos y vocación. Cada historia personal desmiente la generalización y muestra un rostro humano que no aparece en las estadísticas de rechazo.
El debate migratorio suele concentrarse en cifras y titulares, pero pierde profundidad cuando ignora la memoria colectiva. La estigmatización no nace del desconocimiento absoluto, sino del olvido selectivo. Recordar no implica idealizar el pasado, implica asumir responsabilidades éticas en el presente.
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Chile enfrenta la oportunidad de mirarse en el espejo de su propia historia. La convivencia requiere políticas públicas claras, información veraz y un relato social que reconozca aportes y desafíos sin caer en el miedo. La migración forma parte de la identidad latinoamericana y demanda respuestas que prioricen la dignidad humana.
Construir puentes resulta más efectivo que levantar muros. La memoria activa, ejercida desde la educación y el diálogo, ofrece una herramienta poderosa contra la xenofobia y abre el camino hacia una convivencia más justa y consciente.



