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Celebramos el Día de la Música en honor a Santa Cecilia

En marzo de 2014, el Papa Francisco se refirió a los mártires de los primeros tiempos cristianos que, como Santa Cecilia, “llevaban siempre con ellos el Evangelio: ellos llevaban el Evangelio; ella, Cecilia, llevaba el Evangelio. Porque precisamente nuestro primer alimento es la Palabra de Jesús, lo que nutre nuestra fe”.

Cada 22 de noviembre se celebra el Día del Músico (y de la música), en honor a Santa Cecilia, patrona de todos los músicos, que fue nombrada en 1594 por el papa Gregorio XIII, porque había mostrado un amor especial hacia los acordes melodiosos, los que llegado el momento, le recordaron la belleza de la creación y le ayudaron a elevar el alma a Dios en medio de la dificultad. Cecilia poseía un espíritu sensible y apasionado por la música, por el que su nombre quedaría atado a este arte para siempre.

En marzo de 2014, el Papa Francisco se refirió a los mártires de los primeros tiempos cristianos que, como Santa Cecilia, “llevaban siempre con ellos el Evangelio: ellos llevaban el Evangelio; ella, Cecilia, llevaba el Evangelio. Porque precisamente nuestro primer alimento es la Palabra de Jesús, lo que nutre nuestra fe”.

La historia detrás de esta mujer no es tan feliz como el día que se celebra. A finales del siglo II, Cecilia fue obligada por sus padres a casarse con un hombre. En ese momento, la religión cristiana no estaba permitida, pese a esto, el hombre y su hermano se dedicaron a sepultar cadáveres cristianos, acción prohibida. Los hermanos fueron arrestados, torturados y condenados a muerte.

Luego de eso, Cecilia fue arrestada y obligada a renunciar a la religión de Cristo. Como se negó, la trasladaron hasta a un horno caliente para torturarla y luego condenarla a muerte. El 22 de noviembre del año 230, el alcalde romano Almaquio ordenó que le cortaran la cabeza.

Alabar a Dios con la música

Se desconoce el año exacto de su nacimiento, pero se cree que vivió entre finales del siglo II e inicios del siglo III. Cecilia nació en el seno de una familia noble convertida al cristianismo.

Cecilia ofreció su virginidad al Señor, como se hizo habitual entre muchas mujeres cristianas de los primeros siglos; sin embargo, su padre deseaba casarla. Así, contra su voluntad, fue entregada en matrimonio a Valeriano, un joven pagano. El día en que se celebraron las nupcias, con la tristeza por no poder consagrar su vida a Cristo, Cecilia pidió paz y fortaleza al Señor. Mientras los músicos tocaban en la fiesta, ella alababa a Dios con bellos cantos que le brotaban del corazón.

En la noche de bodas, Cecilia dijo a Valeriano: “Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí”.

El esposo le pidió que si le mostraba al ángel, él haría lo que ella pidiera. Cecilia le contestó que si él creía en el Dios vivo y verdadero y recibía el bautismo, entonces vería al ángel. Valeriano, entonces, fue a buscar al obispo de Roma, el Papa Urbano I, quien lo instruyó en la fe y lo bautizó.

Con información de Aciprensa

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